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MIÉ 04.10.2017
El escritor uruguayo Eduardo Galeano, gran aficionado al fútbol, dejó bien claro el entusiasmo de los orientales por el deporte rey en el comentario inicial de su programa de radio Fútbol pasión: "No tengo nada de original porque, como se sabe, en mi país las maternidades hacen un ruido infernal porque todos los bebés se asoman al mundo entre las piernas de la madre gritando gol. Yo también grité gol para no ser menos y como todos quise ser jugador de fútbol".
En efecto, pocas naciones hay con más tradición futbolística que Uruguay. De hecho, el pequeño país sudamericano fue el primer campeón mundial en 1930 en la competición celebrada en su propio territorio, título que repitió en Río de Janeiro en 1950, con el gol de Alcides Ghiggia a Moacir Barbosa que desencadenó el famoso "maracanazo" y una tempestad en Brasil. La selección celeste es, además, bicampeona olímpica y ha ganado quince veces la Copa América, más que ningún otro equipo.
No es de extrañar, visto lo visto, que una de las palabras que más sentido le da a nuestro deporte, la que designa a su verdadero protagonista, al que siempre está aunque no esté, al alma del juego, a quien, en el fondo, lo mantiene en pie, se originara en Uruguay. Hablamos del hincha.
En la primera década del siglo XX, poco después de su fundación, el Club Nacional de Football de Montevideo, decano del fútbol uruguayo y, junto con Peñarol, el equipo más reconocido del país, contrató a Prudencio Miguel Reyes, talabartero de profesión, como utillero. Sus labores eran, entre otras, preparar las equipaciones, limpiar las botas e hinchar los balones… Al hinchador de balones, pronto le adjudicaron el apelativo de hincha, al igual que coloquialmente al pinchadiscos lo llamamos pincha, al director dire y al presidente presi. Pero Prudencio acabó siendo mucho más que eso, porque se convirtió en el principal alentador del "Bolso", como denominan en Uruguay al club montevideano. Con sus entusiastas gritos y cánticos provocaba que el resto de aficionados animara incansablemente al equipo… "¡Mirá cómo alienta el hincha!", seguramente gritaría alguien desde la grada de El Parque. Y hasta algún periódico acompañaba una foto suya con este pie: "Prudencio Miguel Reyes, el que entre semana hincha los balones y el fin de semana hincha al equipo".
El término, acuñado en exclusiva para el bueno de Prudencio, hizo fortuna en Uruguay para denominar a cualquier fogoso aficionado al balompié, se extendió por el Río de la Plata y por el resto de América y terminó desembarcando en España.
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